Esta frase, cargada de alto valor ético y para algunos religioso, es también una orden contundente e inquietante a la vez, porque nos enfrenta a los hombres, seres curiosos y ávidos de conocimiento como somos, a la evidencia de la necesidad de conocernos, comprendernos y aceptarnos a nosotros mismos; con frecuencia también nos enfrenta a la evidencia de la carencia de ese autoconocimiento y consciencia de lo propio y personal.
Una vez más son los griegos antiguos, que desarrollaron el conocimiento racional de la naturaleza, los que también centraron su reflexión en el hombre y por tanto en ellos mismos en cuanto tales.
Pausanias, el célebre turista del siglo II de Cristo, en su “Descripción de Grecia”, en elLibro X dedicado a la Fócida, en el capítulo 24, párrafos 1-2, nos dice que en el patio del templo de Apolo en Delfos, había inscritas (Plinio dice que con letras de oro) frases de utilidad para la vida de los hombres, que están en la boca de todos los griegos, (Εν δέ τώ προνάω τά έν Δελφοίς γεγραμμένα, έστιν ώφελήματα άνθρώποις εἰς βίον - en de to pronao ta en Delfois gegrammena estín ofelémata anthropois eis bion), tales como:
“conócete a ti mismo” (Γνῶθι σαυτόν, gnóthi sautón),
“nada en demasía” (Μηδέν άγαν,medén ágan).
“nada en demasía” (Μηδέν άγαν,medén ágan).
Según el mismo Pausanias, estas frases, que recibían a quienes consultaban el oráculo, se atribuían a los Siete Sabios (Cleóbulo de Lindos, Solón de Aténas, Quilón de Esparta, Bías de Priene, Tales de Mileto, Pítaco de Mitilene, Periandro de Corinto).
Ya Platón nos había dicho en su diálogo Protágoras (343 b), que los Siete Sabios mostraron su admiración hacia el saber lacedemonio “cuando, reunidos en Delfos, quisieron ofrecer a Apolo, en su templo delfico, las primicias de su sabiduría, y le consagraron las inscripciones que todo el mundo repite: Conócete a ti mismo y nada en demasía”.
Muchas de estas frases no han dejado de ser utilizadas y de animar la reflexión de los hombres desde entonces hasta hoy.
Probablemente la que más éxito ha tenido es “conócete a ti mismo”, sobre todo desde que el propio Sócrates la utilizara muchas veces, de manera especial según se dice en el Diálogo platónico “Alcibíades”, en el que enfrenta al joven y ambicioso político ateniense con su propia ignorancia. Por eso es también atribuida erróneamente al propio Sócrates la paternidad del consejo.
Naturalmente, los romanos, dominadores de Grecia pero capturados por su cultura, adoptaron la máxima inmediatamente bajo la forma “nosce te ipsum” o la menos citada "temet nosce".
Si infinitos son los pensadores y filósofos que asumen como propio el “nosce te ipsum” o alguna de sus variantes , infinitos son también los sentidos en que se ha utilizado.
La frase no deja de ser un enigma de interpretación diversa desde el principio. ¿Pretende tan sólo recordar al hombre su condición vulnerable y mortal? ¿Quizás pretende decirnos que necesitamos conocernos bien, que debemos conocer nuestra alma intelectual y racional para orientar bien nuestra vida?, o ¿tal vez que en uno mismo se encuentra el tesoro de los tesoros y quien se conoce a sí mismo conoce el universo y a los dioses, como pretende Hermes Trismegisto, (el tres veces grande)?
La misma idea expresa San Agustín, orientando la sentencia en sentido cristiano, cuando dice “no quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el interior del hombre reside la verdad” (De la verdadera religión 39,72), inaugurando así el llamado “socratismo cristiano” del que habla Gilson.
En todo caso “conocerse a sí mismo” es una tarea difícil, la más difícil, como afirmó Tales de Mileto, según nos cuenta Diógenes Laercio (Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, Libro I,12,15) o se dice en el Diálogo citado de Platón Alcibiades,130:
“A mí me pareció muchas veces, Sócrates, que estaba al alcance de cualquiera, pero otras también me pareció muy difícil”.
Para otros autores la empresa es imposible y el hombre está condenado a no saber “quién es, de dónde viene y a dónde va” o en todo caso a tener un exiguo conocimiento de sí mismo y una ligera autoconciencia.
En realidad esta “orden délfica” constituye uno de los pilares de la reflexión filosófica de todos los tiempos, de la ética y de la mística; infinitos autores desde la Antigüedad, como veíamos, pasando por la Edad Media de Pedro Abelardo (1079-1142), que la utiliza como título para su tratado “Ethica seu liber dictus: scito te ipsum”, o Petrarca.
Entre otros, nuestro moralista Gracián (1601-1658) decía en su obra El Criticón, primera parte, cap. IX titulado “Moral anatomía del hombre”: “Quien comienza ignorándose, mal podrá conocer las demás cosas. Pero ¿de qué sirve conocerlo todo si a sí mismo no se conoce?”.
Más cerca de nuestro tiempo, repiten la misma idea otros muchos:
Hegel :"la conciencia de sí es el hontanar de la verdad"
Fichte: “Fíjate en ti mismo, desvía tu mirada de todo lo que te rodea y dirígela a tu interior. He ahí la primera petición que la filosofía hace a su aprendiz. No se va a hablar de nada que esté fuera de ti, sino exclusivamente de ti mismo”
Cassirer: “la autognosis constituye el propósito supremo de la indagación filosófica” Montaigne: “cada hombre encierra entera en sí la forma de la condición humana”
No hay filósofo que no se inspire en la inscripción del templo de Delfos.
Incluso en la actualidad cotidiana, en nuestra hiperactiva cultura, poco dada a la reflexión y a la tranquilidad de espíritu, la máxima griega inspira los numerosos libros de autoayuda que buscan el norte personal en la autoconciencia o en la aceptación de la identidad de sí mismo.
Libros no por necesarios siempre valiosos. También aquí la sociedad del consumo y del inane bestseller ha encontrado una buena oportunidad para el negocio.
Ojalá que este breve artículo sirva para orientar la reflexión personal de algún lector, en el sentido que considere más oportuno, naturalmente.
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